El diario La Nación publicó este miércoles 28/5 un editorial sobre el derecho de huelga. Con ese recurso utiliza un método periodístico que se ha ido pervirtiendo con el tiempo, en el que sustituye una opinión editorial, sujeta a la libertad de expresión, con la expresión del dueño del medio periodístico y, en este caso, evidentemente como empresario empleador.
Como los trabajadores y las trabajadoras de prensa nos encontramos en conflicto con las empresas periodísticas, entre ellas La Nación, por los paupérrimos salarios que pagan, y entre otras medidas ejercemos el derecho de huelga, también tenemos derecho a expresarnos con relación a esto. Sin embargo, en este caso lo haremos más como garantía de seriedad, de rigor, de verdad, propia de los periodistas.
El editorial está precedido por la fotografía de un dirigente sindical, acompañada con un epígrafe al que alude y le atribuye una conducta no sólo falsa sino efusivamente adjetivada, consistente en “tomar como rehenes a los alumnos con sus salvajes paros”. A partir de eso todo es desborde plagado de errores que no podrían superar un control de corrección o de redacción.
Si el sesgo es evidente, colocando a la huelga como un riesgo para el capital, las loas al decreto 340/25, que de manera tramposa reedita el DNU 70/23 declarado inconstitucional, en una norma general relativa a la marina mercante parecen desmedidas y son inexactas.
A pesar que para La Nación el decreto 340/25 está basado en la Ley Bases, y que por eso estaría facultado el Poder Ejecutivo para su dictado, eso no es correcto. Este decreto es un DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia) y así lo expresa y reconoce su propio texto, al que funda en el art. 99.3 de la CN. y no en el art. 76, de facultades delegadas.
Como bien señala el editorial el nuevo DNU es pasible, como el anterior, de su impugnación constitucional y así deberá ser declarado por el Poder Judicial. Y a pesar de La Nación, que sostiene que esta nueva norma es diferente, de modo erróneo, el reemplazo del DNU 70/23 por el 340/25 debe correr la misma suerte.
Por eso, también para los editoriales, y aun cuando cumplan la función aludida, siempre es recomendable acudir a un trabajador o trabajadora de prensa que, haciendo honor a su oficio chequee la información, dos o más veces, consulte con los expertos del tema, revise los datos y, de ese modo, evite el ridículo.
Por periodismo de verdad: hecho por periodistas y con salarios de periodistas.